jueves, 24 de mayo de 2012

Cabo Verde - Jueves - S2

Inicio de la excursión por Sal: Víctor, Marina y Manel felices,
aunque enlatados en una mini-furgo con otros tantos tursitas de otras tantas nacionalidades


Mañana

Sousa...

El día comienza pronto, a las 7h de la mañana, como casi todos. Hoy tenemos excursión. Hemos quedado con Souza, aquel tipo que los primeros días me mostró un par de barcitos donde comer, y que luego nos hemos ido encontrando regularmente por Santa María.

Marina, nuestra nueva amiga rusa, quiere venir. Nos dice que preguntemos a Sousa si hay  sitio para una más, que pospone su clase de kite y nos acompaña. Llamamos a Sousa pero no responde. Se hacen las 9h, hora en la que hemos quedado con Sousa, delante del mercado, al lado de casa. Llega Sousa. Le preguntamos si hay plaza para uno más y nos dice que no hay problema. 

Recogemos a unos cuantos y luego pasamos a por Marina. Vamos dos coches, unas quince personas, mucho más de lo previsto. En principio íbamos a ser entre 4 y 6. Le digo a Sousa que eso no era lo que habíamos hablado, que el grupo tenía que ser reducido y no tan extenso. Me dice que lo siente, que no lo ha podido combinar de otra manera. 

Salimos de Santa Maria camino del primer lugar que toca visitar. Bajamos de la furgoneta. El tipo explica primero en portugués, luego en español y finalmente en inglés. Mientras va soltando el rollo hablamos con Víctor y Marina y decidimos dejar la excursión. El tipo acaba de hablar e invita a la gente a volver a la furgoneta. Lo llamamos a parte y le decimos que no estamos a gusto con tanta gente, que queríamos una cosa más personalizada, que dejamos la excursión. El tipo que no, que no la dejemos, que ya nos ha pedido disculpas. Y nosotros que no es cuestión de pedir o no disculpas sino de hacer lo que uno realmente quiere hacer, y que para nada era lo que habíamos hablado. Nos mantenemos firmes en dejar la excursión y el tipo tampoco afloja. La cosa va subiendo de tono. 

Finalmente el tipo dice que vale, que le paguemos dos de los tres tours pactados y que dejemos el tour. Aquí es donde yo le digo que no, que estamos al inicio del tour y que no le vamos a pagar nada. El tipo que llama a la policía y yo que lo haga, que no hay problema. Finalmente el tipo sube a la furgoneta con el resto del grupo y se va. Al instante nos damos cuenta de que nos hemos dejado las cosas dentro de la furgoneta y que ni siquiera tenemos el contacto del tipo. Bueno, ya lo resolveremos por la tarde. 

Lindo...

Llamamos a Lindo, nuestro taxista habitual y le preguntamos si nos haría él el tour, que habíamos contratado uno pero que lo habíamos dejado, que si tenía el día libre. Lindo que sí, que no hay problema, que nos recoge. Al poco llega, nos recoge y proseguimos con el tour. 

Primera visita: Espargos. Subimos a una pequeña colina desde donde se divisa toda la ciudad. Hacemos un par de fotos. Es pequeña, casi como Santa Maria. Me la esperaba más grande y diferente, pero es del mismo estilo que Santa María. Una ciudad muy humilde. Las casas a medio hacer. Tal vez algo más concentrada, sin tantos espacios entre las casas. Me gusta mucho. No viviría allí pero tiene un gran encanto, una ciudad medio devastada, en mitad del desierto. Tomamos un refresco y continuamos con nuestra ruta. Nos dirigimos a Palmeira, un pueblito pescador. Compramos algún souvenir y seguimos. 

Siguiente parada: el blue eye. Luego lo muestro en fotos. Allí tomamos un agradable bañito en una piscina natural. 

Entramos en el desierto. A los pocos kilómetros paramos y Lindo nos muestra lo que ellos llaman el mirage, el espejismo. El calor y el relieve, prácticamente plano, hacen que en el horizonte parezca intuirse agua. Incluso según cómo lo miras, de tanta agua que se divisa, parece que al fondo está el mar. 

Mediodía

De vuelta en Espargos. Paramos en una panadería para tomar un tentempié. Compramos las cosas y para no dilatar demasiado la excursión las tomamos en el coche, camino de las salinas. 

Tarde

Las salinas...

Llegamos a las salinas, pagamos 5€ y entramos. Las salinas están en el cráter de un volcán. Son espectaculares. Nos bañamos en un agua con una concentración enorme de sal. Flotamos. Es como en el Mar Muerto. Muy buena la idea de visitar las salinas. Ha sido fantástico. 

El resort de Marina, nuestra amiga rusa...

Volvemos a Santa María y acabamos el tour. Nos bañamos en casa de Marina, un resort magnífico, 400€ al mes creo que le cuesta. 

Más Sousa...

Tras el baño regresamos a casa y nos disponemos a resolver el tema ‘cosas en el coche del guía’. Vamos al pontón, preguntamos por Sousa. No está. Normalmente siempre está por la zona del pontón, pero esta vez no lo vemos. ¡Vaya mierda!, y mañana nos vamos. En las bolsa tenemos cosas por valor de unos 250€. Están las bambas de running de Víctor, mis Puma y un par de jerséis. Llamamos a un teléfono que nos había facilitado el tal Sousa. Se pone un tipo y pasa bastante de nosotros. Encontramos al tipo de las pulseras. Le decimos que nos busque a Sousa, que si lo encuentra le pagamos 2€. El tipo desaparece y al poco aparece Sousa. ¡Joder con el chaval!, todo un crack. 

Sousa nos da la mano y nos dice que le acompañemos, que nos da las cosas. Tras diez minutos de caminar nos encontramos en la policia. El muy cabrón no nos llevaba a recoger las cosas sino a la policia. Entramos. El tipo nos reclama 45€. Cuenta la historia a un poli con cara de muy malas pulgas. Luego nosotros contamos nuestra versión de los hechos. Nos hacen pasar a una sala. El hijoputa de Sousa acaba reclamando 30€ y el otro cabrón del poli, que también es criolo como él, que le paguemos, y que, hasta que no lo hagamos, se queda con nuestras cosas confiscadas. Le decimos que no tenemos dinero, que hemos de ir al cajero. El tipo que vale, que vayamos, que él y Sousa aguardan en la comisaría. ¡Menudos hijos de puta! Ya puedes decir cualquier cosa que la versión del cabronazo del guía es la que prevalece. Decidimos hablar con Marina, nuestra amiga rusa. En cierto momento nos dijo que tenía un amigo caboverdiano en el ejército, que para cualquier cosa le llamáramos. Así pues hablamos con Marina y ella a su vez con el militar. El militar, que no tenemos nada que rascar, que ambos son criolos, que entre ellos se entienden, que paguemos y nos olvidemos del asunto. Pagamos y nos olvidamos. ¡Menudo cabrón hijo de puta! Le partía la cara... Bueno, dejémoslo estar y acabemos el día medio bien. Es nuestro último día y no merece la pena dedicarle más tiempo a esto. 

Noche

Regresamos a casa, nos duchamos y salimos a cenar: frango. Ya hace días que el pescado dejó de interesarme. 

Luego salimos por los bares. Aparecen las nigerianas: mi amiga Queen y la amiga de Víctor, Jenifa. Las invitamos a unas copas. Yo estoy muy cansado, el día fue duro y, a lo último, desagradable y tenso. Le digo a Víctor que me voy a dormir. Me dice que vale pero que aguarde un poquito más. Le digo que vale, que tomamos una birra y luego me voy. 

Víctor me propone dar dinero a las furcias, no demasiado, 1.000 escudos, unos 10€. Le digo que vale, que me parece justo, que han estado por nosotros todos los días. 

Salimos del Calema y caminamos unos metros. Le digo a Queen que nos separemos, ella y yo por un lado, y Víctor y Jenifa por otro. Así lo hacemos. Le digo que tengo un regalo para ella y le entrego un billete de 1.000 escudos. Lo coge y se va. Había imaginado que sería de otra manera, que se tomaría algo más de tiempo para no sé qué, pero no ha sido así, la cosa ha sido rápida y de lo más impersonal. Bye, bye dear Queen. 

Vuelvo a casa. Al poco llega Víctor y me cuenta lo suyo. 

Se ve que le ha preguntado a Jenifa, su amiga-furcia, que como es que era puta y ella le ha contado una historia, un súper percal. Parece ser que hay un tipo en Nigeria, un tal Jamie, que cuenta a chicas jóvenes y bonitas que en Cabo Verde encontrarán un hombre blanco, y que él mismo les hace el pasaporte y les extiende el visado, y el resto trámites para traerlas a Cabo Vede, vuelo incluido, y que, una vez en la isla, les retira el pasaporte, imagino para que no puedan abandonar el país, y les asigna una cantidad para poder recuperarlo. En el caso de Jenifa son 4.000€. Les venden que, por las gestiones, han adquirido un crédito y que en adelante deben devolverlo. Una chica incluso debe 8.000€. Cantidades en ambos casos muy difíciles de conseguir, más aún si tenemos en cuenta que los caboverdianos pagan apenas 10€, a veces incluso 5€, por contratar los servicios de las chicas. Jenifa le cuenta que comparte apartamento con otra chica. El apartamento tiene unos 24m2 y entre las dos pagan 60€ al mes. Con lo que sacan de prostituirse apenas tienen para pagar el alojamiento y la manutención. Toda una historia. También le cuenta que tiene muchas ganas de ver a su madre. Jenifa tiene 20 años, acabados de hacer. Le cuenta también que para nada le gusta lo que hace. 

Menudo percal. Trata de negras. Imagino que todo el mundo lo sabe y que nadie hace nada. Este es un país de mierda en cuanto a estructura. La gente es genial y las playas y el entorno magníficos, pero no así las autoridades, son tercermundistas, y los derechos a años luz de lo que tenemos en Europa.

Víctor se queda bastante transpuesto y yo, cuando luego me lo cuenta, también. Normalmente siempre hay una historia detrás de cada caso de prostitución. La verdad es que algo así podía medio intuirse. ¿Por qué una chica joven, prácticamente una niña, y bonita, recorre no sé cuantos miles de kilómetros para prostituirse? No parece que tenga demasiado sentido. Las niñas seguro no sueñan con un día llegar a ser putas. Bueno, un desastre. 

Acaba el día a eso de las 2:30 de la mañana. El día fue largo e intenso y a la vez accidentado y desagradable, pero un día maravilloso, como todos los vividos en Cabo Verde.


Primera parada, ya no recuerdo ni el nombre del lugar, 
sólo la discusión que vendría después 


Manel, poli-malo, plantando cara a Sousa, 
Sousa amenazando a Manel con llamar a la policia 
y Manel en sus trece, firme y más chulo que un ocho,
Víctor era el poli-bueno

Vista de la encantadora Espargos, 
la ciudad más grande de la isla de Sal, más incluso que Santa María, 
desde una pequeña colina, casas a medio construir y un desierto precioso

Marina y su profesor de Yoga, en Espargos,
quedamos para una clase a las 19h en santa María, 
pero el cabronazo de Sousa tenía mejores planes para nosotros

Palmeira, encantador pueblito pescador

Manel y Víctor saludándose a la cobaverdiano

Víctor en Palmeira decidió que, en adelante, 
a la excursión nos acompañaría una simpática botella de ponche 
que iríamos bebiendo a razón de un vasito por cada parada

Restaurant en medio del desierto junto al acantilado de las piscinas naturales y el blu-eye

Efecto blu-eye, muy bonito, 
aunque no recuerdo pararme a pensar en el origen del efecto, 
imagino que el ponche de Víctor hizo que esto pasara a un segundo plano

Marina y Víctor felices 
dándose un bañito en una de las piscinas naturales de la zona del blu-eye

Marina y Manel, también felices, haciendo piececitos en la misma piscina natural, 
nos la íbamos turnando a Marina, ahora Víctor, ahora Manel.


 Desierto, zona del mirage, 
los tres amigos: Víctor, Marina y Manel

De regreso a Espargos, donde comeríamos, fast-food de una panadería, 
antes de pasar por las majestuosas salinas y acabar el tour

Marina y Víctor felices a la entrada de las salinas,
no había sitio para más felicidad, 
yo lo intenté pero no hubo espacio para mi en esta foto

Salinas en el centro de un crater, muy bonitas, 
los 5€ de la entrada valieron muy mucho la pena

Marina y Víctor flotango en la saladísima agua roja de las salinas,
no me preguntéis, el rojo no sé de donde venía ni a que se debía

De izquierda a derecha: Jenifa y Queen, nuestras amigas furcias

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