Andrea, bajita, clarita de piel y bastante tímida, hoy merendó en casa: Coca-cola, Chocapics y dulces de pastelería: donetes y galletas y buñuelos de caramelo
Mañana
Me
despierto, cerca de las 10h. Enciendo el ordenador. Desayuno. No, no puedo, no
me queda leche. Bajo al chino y compro. Subo. Desayuno, ahora sí. Frego los
platos y recojo un poco el piso. Víctor llega por la noche y tengo todo
bastante patas arriba. Bajo la basura. Pregunto a la vecina dónde puedo
tirarla. Me dice que al volver la esquina, que hay un contenedor. De camino
sale la chica de la panadería, me dice que tiene cosas de chocolate. Le digo
que vale, que dejo la basura y vuelvo. Compro una cosa que ellos llaman donetes
y que en cierto modo se parece a nuestros donetes. Compro también unas galletas de
caramelo y una especie de buñuelos rellenos también de caramelo. La chica me
dice que ponga un segundo los buñuelos en el microondas. Le digo que no tengo y
me sorprende que ellos sí tengan. Vuelvo a casa y acabo el examen final de PADI, menos
los ejercicios de las tablas de buceo. Estos los haré con el instructor, el miércoles, cuando pague el curso y haga la última inmersión, la de cortesía.
Mediodía
Se me hacen las
14h. Voy al pontón a comprar pescado, para la comida, pero sin demasiada confianza de que aún estén los pescadores. Ya es tarde. Lo más probable es que
ya no estén, que se hayan movido ya al mercado nuevo, al lado de casa. Pero
es sábado y el tal vez el mercado esté también cerrado. Efectivamente, ni rastro de pescado
en el pontón, sólo unas redes enormes. Tal vez las estén reparando. Vuelvo a casa a ritmo más que tranquilo. Aquí camino muy despacio. Imagino que por el calor. A
mitad de camino una señora llama mi atención. Es una de las pescateras. Ella me reconoce pero yo no me acuerdo de ella. Le compro medio kilo de algo parecido
al atún, al menos eso dice ella. 2€. Llego a casa. Lo cocino, sin sal. No tengo sal, me da pereza bajar y comprar. Me lo como. Me queda algo duro. Tal
vez debí cocinarlo a fuego más lento.
Tarde
Bajo al cyber, hago un skype y llamo al
taxista que me trajo el primer día. El muy capullo quiere cobrarme el doble. Le
digo que se olvide. Hoy no estoy de humor. Pago al tipo del
cyber. Me cobra 3€ por algo menos de 5 minutos. Me indigno y se lo hago saber. Hoy
no estoy demasiado polite. Antes de salir del cyber me conecto a la UOC y ¡sorpresa!, ya tengo una nueva asignatura, por si marketing y los problemas
logísticos no fueran suficiente. Mi cielo se cubre por momentos. Esta noche y
mañana caerá una gorda, en sentido figurado, claro. Activo las señales de
alarma y me pongo en modo crisis. Entre hoy y mañana hay que arreglar el
desaguisado. Veremos.
Patricia y
Andrea…
Son casi
las 18h de la tarde. Suena el interfono. ¡Qué raro! Tal vez sea Erik. Me pongo al interfono y pregunto. Me parece oir algo de Internet pero no alcanzo a entenderlo. Respondo
que espere, que ahora bajo. Abajo dos niñas. Me ven y se dan cuenta de que se
equivocaron de piso. Les pregunto si puedo hacerles una foto. Una le pregunta a
la otra, la cual asiente. Le hago una foto a la más pequeña y clarita de piel.
Luego a la otra. Subo a casa. Al poco pican a la puerta. Abro. Las niñas otra
vez. Vuelven a ver que se han equivocado. Como son curiosas echan un ojo a la
casa, a lo que se ve desde la puerta. La más alta me pide un vaso de agua. Se lo
doy. Mientras bebe el agua le da tiempo a examinar el resto del comedor office.
Detecta los Chocapic. Me pide. Cojo un vaso para llenárselo pero me dice que
no, que en una servilleta, que se los lleva. Se los pongo en una servilleta.
Pregunto a la más pequeña si ella también quiere agua o Chocapic. Me dice que
no. Es más tímida. Les ofrezco las pastitas que compré por la mañana. Las
aceptan. Coca-cola. También. Entran en la casa. Curiosean. Van a la terraza.
Miran por ella. Se van pero no acaban de cerrar la puerta. La más alta dice que
la pequeña también quiere Chocapic. Se los pongo también en una servilleta. Me
dicen sus nombres: Patricia y Andrea. Me preguntan el mío. Les digo que vengan
mañana, que les daré de merendar. Se van.
Un taxi para Víctor...
Salgo a buscar un taxi. Pregunto a los vecinos dónde se ponen, los taxis. Me dicen que en el centro. Voy hacia el centro. De camino me encuentro uno. Le hago un gesto con la mano y para. El tipo baja la ventanilla. Es un chaval joven. Le digo que un amigo mío llega hoy a Espargos, el aeropuerto, que necesito que lo recoja. Me dice que vale. Le digo que me recoja a las 22:30 y que vamos juntos. Me dice que son 2.400 escudos. Le digo que no, que 1.200 escudos. Me dice que 1.200 es lo que vale un viaje pero que le he pedido dos. Le digo que vaya él a recogerlo, que no hace falta que pase por mí. El tipo accede a buscarlo por 1.200 escudos, algo menos de 12€. Le digo que me lo traiga al nuevo mercado, que se llama Víctor. Se lo anoto en un papel. Le digo que sea serio, que no me deje colgado. Le insisto. Se lo repito una y otra vez, a las 23h, en Espartos, Víctor, no me dejes colgado. El tipo me dice que vale, que no me deja colgado, que lo recoge y me lo trae. Se va. Y yo me quedo súper preocupado. Le he dicho a un tipo con un taxi que recoja a Víctor, en tal sitio a tal hora y que me lo traiga a tal otro sitio. No sé su nombre, ni le tomé la matrícula, ni antes había trabajado con él. Ahora ya se ha ido y ya nada puedo hacer, sólo esperar y cruzar los dedos. Otra vez también quedé con Toni, el otro taxista, que me recogiera tal día a tal hora en tal sitio, y el tipo apareció. Así pues no tiene porqué ser diferente esta vez. Aunque una cosa es que me dejen colgado a mi y otra que deje yo a Víctor en medio de ningún sitio, en un país que le es ajeno y sin siquiera una dirección dónde ir llegado el caso de que el taxi fallara.
Noche
Un taxi para Víctor...
Salgo a buscar un taxi. Pregunto a los vecinos dónde se ponen, los taxis. Me dicen que en el centro. Voy hacia el centro. De camino me encuentro uno. Le hago un gesto con la mano y para. El tipo baja la ventanilla. Es un chaval joven. Le digo que un amigo mío llega hoy a Espargos, el aeropuerto, que necesito que lo recoja. Me dice que vale. Le digo que me recoja a las 22:30 y que vamos juntos. Me dice que son 2.400 escudos. Le digo que no, que 1.200 escudos. Me dice que 1.200 es lo que vale un viaje pero que le he pedido dos. Le digo que vaya él a recogerlo, que no hace falta que pase por mí. El tipo accede a buscarlo por 1.200 escudos, algo menos de 12€. Le digo que me lo traiga al nuevo mercado, que se llama Víctor. Se lo anoto en un papel. Le digo que sea serio, que no me deje colgado. Le insisto. Se lo repito una y otra vez, a las 23h, en Espartos, Víctor, no me dejes colgado. El tipo me dice que vale, que no me deja colgado, que lo recoge y me lo trae. Se va. Y yo me quedo súper preocupado. Le he dicho a un tipo con un taxi que recoja a Víctor, en tal sitio a tal hora y que me lo traiga a tal otro sitio. No sé su nombre, ni le tomé la matrícula, ni antes había trabajado con él. Ahora ya se ha ido y ya nada puedo hacer, sólo esperar y cruzar los dedos. Otra vez también quedé con Toni, el otro taxista, que me recogiera tal día a tal hora en tal sitio, y el tipo apareció. Así pues no tiene porqué ser diferente esta vez. Aunque una cosa es que me dejen colgado a mi y otra que deje yo a Víctor en medio de ningún sitio, en un país que le es ajeno y sin siquiera una dirección dónde ir llegado el caso de que el taxi fallara.
Salgo a
cenar. Son las 19h30, las 22h30 en Barcelona. Oigo gritos por la calle, celebran
algo, es un gol. Ah!, vale, hoy era la final de la Champions, entre el Bayern y
el Chelsea. Llego al ‘bar a nos’, delante del ‘polivalente’, ellos llaman así
al campo de fútbol. Entro. Hay una TV. Están en la prórroga. Roben falla un
penalti. Me entero de que el Chelsea ha empatado en el 89. Acaba la prórroga. Penaltis.
Falla Mata. Falla Olic. Falla creo que es Sveinstaiger y el Chelsea se alza con
la victoria.
Voy un
segundo a la plaza del pueblo, a ver sí ahí va mejor Internet. Fatal. Un
desastre. Las comunicaciones son como las nuestras de hace diez o quince años, o
peor.
Vuelvo al ‘bar
a nos’ y pido la cena. En algo como media hora me sirven. Frango, pincho,
patatas y una coca-cola. Necesitaba comer formas conocidas. En una hora llega
Víctor y ves a saber si el taxista será o no de fiar. Se me hacen las 23h y me
dirijo al mercado. En cualquier momento debería llegar el taxi. Veo a los tipos
de seguridad. Me acerco. Hablo con ellos. En francés. Son de Senegal. Muy agradables.
Les someto a un interrogatorio, aunque con gracia, sobre su país y sobre las
condiciones de trabajo y económicas en éste, Cabo Verde. Me dice que el sueldo medio son
unos 200€, que una habitación son 90€ y que por tres noches a la semana, 12h la noche, cobran algo como 150€. ¡Vaya!. Y yo me pregunto por sus ilusiones y por sus planes en la vida.
En Europa todos queremos tener más. Tener y tener. Para ellos es impensable
tener. Sólo sobreviven. Pero se les ve felices. Tal vez haya alternativas al
tener. Ya pasa de las 23h30 y ni rastro ni del taxi ni de Víctor. Casi
medianoche y comienzo a impacientarme. Decido que si a las 00h30 no me lo han
traído cojo un taxi y voy al aeropuerto, a buscarlo. Pasa un coche. No es
mi taxi. Otro coche. Tampoco. Al cabo de un rato un taxi para delante de casa,
no en el mercado, donde le dije. Me acerco. Está lleno de gente. Seguro tampoco
es. Me asomo por la ventana y veo a Víctor. ¡Oh, sí, gracias a Dios, aquí está!.
Estoy muy contento. Me meto en unos líos… Descargamos sus cosas, pagamos al
taxi y subimos a casa. Quiero contarle todo pero hay mil cosas. Salimos a tomar
una copa, primero en el Blu Bar y luego a los otros, el Chill-out y el Calema.
Me encuentro a mi amiga nigeriana. Se llama Queen. Hablo unos minutos con ella
y me despido. Víctor está cansado y yo tengo cosas que hacer mañana. De regreso
a casa nos cruzamos con aquél que conocí el primer día que organizaba cosas por
la isla. Nos propone una excusión en pick-up. La haremos. Sólo resta decidir el día. Llegamos a casa y nos acostamos. ¡Cómo cambia estar solo de
estar acompañado!¡Estoy muy muy contento!
Dulces típicos de Cabo Verde:
donetes, galletas de caramelo y buñuelos, también de caramelo
Pizarra del bar imposible, con dos platos del día:
cachupa, plato típico de Cabo Verde, que aún no he probado,
y pescado a la brasa, ellos dicen 'grelhado'
Bonito contraste de colores en el pontón:
madera, roca. musgo verde casi fosforito, aguas turquesa
El pontón a las 14h, ya sin pescado,
hoy a cambio pusieron unas grandes redes de pescar
Azul turquesa, verde, por las rocas y el musgo, y más azul turquesa, desde el pontón
Medio kilo de algo parecido al atún, lo compré en la calle, a una vendedora de las que primero se ponen en el pontón y más tarde en el nuevo mercado
Patricia, más alta y oscura que Andrea, tal vez con origen en Sao Vicente, más lanzada,
junto con Andrea, ella también merendó hoy en casa
At the end Víctor, I'm alone no longer, ¡I'm really happy!
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