miércoles, 16 de mayo de 2012

Cabo Verde - Miércoles

Mi amigo Alibabá, trabajando la madera,
Hoy esculpió un delfín delante mío y me lo regaló, 
mañana grabará su nombre y así yo siempre me acordaré de él 
y de lo mucho que me enseñó 
en un ratito de una tarde cualquiera de un mes de mayo 
en la paradisíaca isla de Sal, Cabo Verde

Mañana

Me despierto. Son las 7h30.  A las 8:10 he quedado que me pasan a recoger del centro de diving. Hoy hay inmersión en el mar. Me piden que sea puntual. No lo consigo. Bajo pasados cinco minutos. Al poco llega un taxi. Dentro Romina, italiana, instructora, y Lara, inglesa, clienta. Llegamos al centro de diving. Allí nos reunimos con el resto de la expedición. Cargamos los equipos en una pick-up y nos vamos al pontón. Allí nos espera una lancha neumática. Pasamos las cosas de la pick-up a la lancha y pa dentro que vamos. El resto de la expedición son españoles. No seguimos el protocolo: hola, ¿qué tal?, ¿cómo te llamas?, ¿estás de vacaciones? ¿cuántos días te quedas?, ¿estuviste antes? ¿primera inmersión o ya llevas tiempo con el diving?. Nos saltamos todo esto. Me hacen el briefing explicándome en qué consistirá la primera inmersión. Luego haremos una segunda. Nos ponemos el equipo y uno a uno va saltando de la lancha. De espaldas. Se sientan en el borde y se dejan caer.

Primera inmersión en aguas abiertas…

Ya sólo quedo yo en el lancha. No es lo mismo una piscina de metro cincuenta que eso que tengo aquí al lado. De todos modos medio veo el fondo, así que seguro no es tan profundo. Salto. Comenzamos a descender agarrados a la cuerda. Al poco me duelen los oídos. Hago lo de la compensación, eso de taparte la nariz y soplar para destapar los oídos, pero siguen doliéndome. Ale me pregunta, por señas, claro, que qué tal. Le digo que algo no anda bien. Es normal. Seguimos el protocolo. Subo un poquito para perder profundidad. Intento compensar. Tampoco. Pruebo de nuevo. Ahora mejor. Parece que ya veo por dónde va la cosa. Sigo descendiendo y compensando. No quiero petarme los tímpanos. Llagamos abajo y buceamos un poquito. Los peces son preciosos y van en bancos. La visibilidad no es demasiado grande, unos 15 metros, pero es suficiente. Me maravilla que los peces me vean como a un igual. No se asustan. Si me acerco mucho se mueven un poquito pero de forma armoniosa y sin sobresaltos. Subimos. No hemos hecho la parada de seguiridad. Me dice Ale que sí la hicimos pero mientras buceábamos, que no es necesario parar, la cosa es estar tres minutos a cinco metros. Parado o buceando. Salimos a la superficie. Tengo unas ganas brutales de mear. Se lo digo a Ale. Le digo que tranquila, que luego me meo en el neopreno. Xavi dice que se hace así. La instructora me dice que ni hablar, que vaya detrás de la lancha y lo haga allí. Bueno, ya de regreso con el resto.

Segunda inmersión…

Dejamos pasar media hora, para reducir ligeramente el nitrógeno del organismo, movemos la lancha, y segunda inmersión. Está vez será primero ejercicios y luego exploración de navío. Los ejercicios bien y el navío también. Más peces y más grandes en esta zona. Me cuesta bastante el tema de la flotación. Imagino que es cuestión de práctica. Para el que no sabe la flotación es estar al nivel que uno desea, ni más profundo ni menos. En mi caso voy arrancando flora del fondo, de esa que lleva cientos de años formándose por el respeto y la pericia de los buceadores. Salimos de nuevo y regresamos al embarcadero.

En el mercado…

Me traen a Santa Maria y entro en el mercado nuevo. Es increíble, un pedazo de edificio y dentro sólo tres paradas móviles de fruta. Compro mango y papaya. Me sablan 3€ el kilo una y 4€ el kilo la otra. Les digo que es cara. Me dicen que sí, que es de exportación, de San Antonio, la otra isla. Les pregunto que qué no es de importación. Me dicen que la banana. El resto todo lo traen de fuera, incluso las manzanas, a 4€ el kilo. Me como una papaya. Vaya, es todo hueso. Creo que no vuelvo a comprar. El mango a media tarde. Ahora saldré a comer el plato del día, 250 escudos. A ver qué tienen: frango, feijoada y pescado seguro. A ver con qué me sorprenden hoy. Luego por al tarde iré a recoger el kite y me quedaré en casa estudiando.

Mediodía

Buzu…

Salgo de casa, dispuesto a comer. Me dirijo al garito que me recomendaron anteayer y en el que ni anteayer ni ayer pude comer. Llego a la 14h. La dueña saliendo por al puerta. Me dice que hoy tampoco, que mañana. Y la pregunta es: ¿será que me iré de Cabo Verde sin probar la cocina de la señora? Seguro que al final no es para tanto pero ya tengo la mosca detrás de la oreja. Me recoge un tipo. Le cuento que iba a comer ahí pero que al final no pude. Me dice que le acompañe. Me lleva por las calles y al final me deja en otro garito en el que sirven comidas. Me cuesta llamarlo restaurant porque no lo son al estilo de los de Europa. Son lugares en lo que se come y que muchas veces están regentados por una sola persona. Es algo como si alguien te hace pasar a comer a su casa siendo la casa una planta baja. Otros sí son más grandes pero muchos son así. Me dice que 350. El vino serán 100 más. Sin estar demasiado convencido entro. Hablo con la señora y con su marido. Les pregunto por el plato del día. Me dicen que hay dos: pescado y buzo. Pido lo segundo, que aún no lo conozco. Es marisco. Más concretamente caracolas de mar, mezcladas con patata y con una ración de arroz a modo de acompañamiento. El plato es generoso y a la postre resulta estar bastante bueno. Charlo un rato con ellos, esta vez de fútbol y de los futbolistas portugueses del Real Madrid. Salgo y me dirijo a casa.

Más ‘pescado’…

Al llegar veo a las pescaderas de ayer justo delante del mercado. Me acerco. No son ellas. Son otras. No importa. Me siento. Me hacen gestos como para que me vaya y yo me hago el tonto y les regalo mi mejor sonrisa. Me dicen que mi amada está al final de la calle. Parece que la historia de la hija de la pescatera trascendió. Me preguntan que si me gusta. Yo les digo que claro, que cómo no. Empezamos a hablar. Una de ellas, bastante joven y guapa, me pregunta que si me gusta su hermana, y me la señala. Yo respondo que claro, que cómo no, que es muy bonita. La mujer mayor me dice que me siente junto a la chica. Les digo que no puedo. Me preguntan que si estoy casado o si tengo hijos, a lo que respondo que no, que ni lo uno ni lo otro. La chica en subasta se levanta y vuelve a su parada del mercado. La mujer me insta a que vaya a hablar con ella. Voy. Está en el lavabo. La cosa parece que no avanza. Aparece la chica. Le digo que mañana es mi cumpleaños, que con alguien tengo que celebrarlo. No me dice ni que sí ni que no. Le digo que además viene un amigo mío y que necesitaremos una amiga para él. La cosa queda ahí. Mañana volveré al mercado y le haré una propuesta en firme.

Tarde

Internet, Internet, cuanto te quiero Internet…

Subo a casa. Me conecto. Se pierde la conexión. Vuelvo a conectarme y a perder a conexión nuevamente. Lo repito unas diez veces, y diez veces lo mismo. Me cago en la puta, joder,  este Internet me tiene frito. Cojo el laptop y me voy al cyber. Le cuento lo que pasa al tipo de cyber. Me dice que no tengo saldo. Y yo que ayer tenía 3Gb. El tipo dice que recargue más saldo y yo que me lo explique. Se me quiere sacar de encima pero yo tengo todo el tiempo del mundo. Me quedo ahí como una estaca. Van entrando y saliendo clientes y yo allí, en el mostrador. Al final el tipo se cansa de verme y comenzamos a negociar. Cada cual culpa al otro de que el saldo se haya consumido en no más de 24h. Todo con tono tranquilo. El tipo no da el brazo a torcer. Ahora es cuanto entra mi parte latina y comienzo a explicarme haciendo aspavientos. Aquí el tipo cede y me ofrece asumir la culpa a medias. Firmo. Me pasa 4€ y me voy.

¿Dónde estará mi kite?

Con la discusión se me han hecho más de las 17h. Ya no llego a recoger el kite. De todos modos lo intento. Llego a la escuela de kite. Me dicen que ahí no es. Le he dejado el kite a un tipo y no se ni cómo se llama ni cuál es su escuela. Vuelvo a casa. Recuerdo haber sacado una foto de la pick-up. Regreso al centro y pregunto por la escuela. Ahora ya tengo más señas. Me dicen dónde está. Llego. Está cerrada.

Alibabá y el ladrón del Manel…

Un tipo de Namibia habla conmigo, Alibabá se llama. Me dice que ha estado en Elche, donde los zapatos. Charlamos. Quiere que le acompañe. Le acompaño. Me lleva a su tienda. El tipo está sin blanca y quiere venderme algo a toda costa. Pinta unos cuadros muy bonitos con arena de la isla del volcán, Fogo creo que se llama. Le pregunto por las figuritas talladas en madera. Me dice que también las hace él. Ves a saber. Me dice que le acompañe, que me lo muestra. Cruzamos la calle y entramos en un taller. Un tipo en el suelo tallando figuras de madera, con no demasiadas herramientas y sujetando las piezas con el pie mientras con la mano le va arrancando virutas. Volvemos a la tienda. Me pregunta por el artículo que más me gusta. Le digo que los cuadros pintados con arena. Me dice que cada uno vale 5.000 escudos, unos 50€. Me dice que me lleve dos, que queda mejor. Le digo que vale, que 1.000  escudos cada uno. Lo de siempre. El tipo se sorprende de lo ridículo de mi oferta y yo le digo que no puedo darle 10.000 escudos, unos 100€, a cada tendero, que ya me comprometí con otros, y que quería repartir el negocio. Me dice que 5.000 los dos y luego que 3.500. Hago que me voy y me lo baja a 2.500€. Le digo que me voy. Me los envuelve y me los da por 2.000 escudos, unos 20€. Además me regala un delfín que ha esculpido delante de mí. Mañana traerá una máquina y me lo firmará. Rezará Alibabá. Pasamos media hora más negociando por unos bustos también tallados en madera. No hay acuerdo y me voy. Entre medio le digo que no quiero ofertarle a la baja para no quitar mérito a su virtud. Él me dice que no recoge a todo el que ve por la calle, que los estudia y que sólo coge a la buena gente.- Ahí ya si me parto. Me voy.

Sandra Barros…

En al tienda de al lado una chica con un netbook chateando por facebook. Charlamos un rato. Me añade. Al llegar a casa la acepto. Tiene 1.300 amigos.

De vuelta a casa me paro en el barcito de al lado. Los tipos encantados con que esté con ellos. Soy el diferente y les da curiosidad. Chocamos los puños, así como lo hacen aquí. Les digo que voy cargado, que subo a casa. Se resisten pero acabo marchando. Llego a casa. Víctor que se demora dos días por la huelga de pilotos. Vaya, pasaré mi cumpleaños, como dice Alexandra, bueno ahora ya es Ale, 'solito'.

Noche

Ceno unos huevos fritos, un yogurt y media caja de galletas tipo Filipinos.

Estoy bastante cansado y casi no tengo ganas ni de escribir, pero lo hago.

Se me olvidaba. Al llegar a casa, a mediodía, sin luz y sin agua. Creo que lo hacen un par de mañanas por semana. A las 14h restablecen el suministro. Sólo cortan la luz pero como el agua la bombea una máquina y la máquina es eléctrica, es decir, va con luz, pues eso, que cuando no hay luz tampoco hay agua.

No he podido estudiar, tal vez mañana.

Estoy un poco harto de ir con bombillas de 30W por la casa. A partir de las 19h se hace oscuro y ya casi no puedo ni escribir en el laptop. Arranco un aplique y dejo la bombilla desnuda. Arrastro la mesa y la coloco justo debajo del punto de luz. La casa queda algo extraña si la ves por primera vez, pero es lo que hay. Tengo ropa por todos sitios. Mañana me tocará comprar detergente y lavar a mano, aunque, no sé dónde, creo haber leído que ponían lavadoras por menos de 1€. Mañana, cuando hable con la gente, seguro me indican.

Los caboverdianos parecen distantes pero, si haces el esfuerzo y rompes el hielo, ellos siempre responden. Se toman todo el tiempo del mundo. Son buena gente y excelentes vendedores. Estoy aprendiendo mucho de ellos. Y ellos tal vez algo de mí.

El centro de diving, en Punta Prota, a unos 5 km. de Santa María 
hoy el día está algo tapado y desmerece un tanto la foto, 
lo regentan italianos, Gabry y Guido, que se encargan del diving,
y españoles, vascos, Borja y Juan, que llevan la escuela de kitesurf,
la plantilla también la forman Alexandra, Eleonora, Romina (italianas) 
y Gigalá (no sé si caboverdiano o portugués), 
todos ellos instructores de diving

El mercado municipal, el nuevo, el grande, 
con apenas cuatro paradas de fruta y los precios por las nubes, 
la parada 20 la regenta la hermana de la otra chica, de 24 años, 
la que me preguntaron si me gustaba, 
a lo que yo respondí según marca el protocolo: 'claro, cómo no'




Niños caboverdianos, 
les pregunto si puedo hacerles una foto, y si hay algún adulto, también a él, 
si aceptan, se la hago y luego se la muestro, 
les encanta verse en las fotos, es como un juego para ellos


También hay barcitos y restaurantes glamurosos 
en la zona más próxima al pontón

Esta es una estampa habitual en Santa María, 
a cualquier hora, gente ociosa, reunida, charlando, 
o tal vez jugando al jueguito aquel que mostré un día, el que yo compré en ébano

Calles de Santa María, me encanta!, 
apenas pasa una pick-up de vez en cuando, 
las calles son de la gente, no de los coches 

Las calles y aceras o bien son de tierra o bien están adoquinadas

Esta es la avenida peatonal principal, 
lleva del mercado municipal, junto a mi casa, hasta el centro, cuatro calles más allá

Garoupas, 
dan algo de pena, aquí en el valde, 
pero están muy buenas y los caboverdianos las cocinan muy bien

 
El bar que hay al ladito de mi casa, 
ayer reuní el valor para romper el hielo y entrar, 
resultado el de siempre: te acogen con los brazos abiertos

El delfín que me esculpió Alibabá,
descansa sobre los dos cuadros que le compré, ya empacados para el viaje

El cyber de mis amarguras 
aunque también el que me ha salvado un poco la vida con lo de Internet, 
lo regenta Aliu, un caboverdianao bastante callado,
ayer tocó un 'perder-perder' primero, 
para resolver el embrollo de la recarga y la no activación del plan menual de 3Gb, 
y horas más tarde un 'ganar-ganar', como debe ser!

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